Feria de la Cereza de Caudiel

Murallas

La muralla de Caudiel está catalogada como Bien de Interés Cultural, aunque no queda prácticamente nada en pie, y los pocos restos que existen están formando parte de los edificios más antiguos de la localidad.

Caudiel al incorporarse a la Tenencia de Jérica no estaba fortificada. Más adelante, en 1488, Fernando II por orden real mandó a los vecinos y moradores de los lugares de Benafer, Novaliches, Viver y Caudiel que continuasen contribuyendo a las obras de las murallas de Jérica. Así pasaron los años hasta la llegada del siglo XVI, en cuyo tiempo Caudiel debió ser amurallado por temor a los moros sublevados en la Sierra de Espadán.

La sublevación morisca se debió principalmente a la Cédula que dictó Carlos V, el 4 de abril de 1525, en la cual, entre otras cosas, decía que todo moro que no se bautizase sería expulsado. Los primeros en no aceptar las condiciones fueron los moros de Benaguacil, quienes se alzaron en armas y se proclamaron en reino independiente. Rápidamente fueron derrotados y en 1526 su caudillo huyó a la Sierra Espadán donde hizo sublevarse a sus hermanos de la Vall de Almonacid, Onda, Eslida, Segorbe y la Vall d’Uixó, juntando entre todos ellos un poderoso ejército.

Nombraron por caudillo a un moro de Algar llamado Abu Carban, al que después llamaron Almanzor. Es de destacar que los moros sublevados asaltaban caminos y se acercaban a los pueblos de alrededor en busca de botín; robaban, mataban, saqueaban y se llevaban cautivos a la sierra con el consiguiente abandono de los cultivos de los lugares y la paralización del comercio…Pocos meses duró la sublevación.

La población se abría al exterior mediante cuatro puertas o portales: el de Valencia (situado en el Solar, al inicio de la actual calle Colón); el de Aragón (también llamado Cruces o El Toro, situado al comienzo de la hoy existente Avenida de la Estación); el Portal de Gaibiel (también llamado del Agua, en la calle Pelayo junto al lavadero de la Avenida de Montán) y finalmente un pequeño portal llamado Armajal, creemos, contiguo al Portal de Gaibiel, y que ya en el siglo XIX había desaparecido. Finalmente, cada uno de los portales está compuesto por un arco de piedra que unía las dos torres almenadas de cada portal, y en cada uno de ellos había garitas de piedra picada. Los arcos de los portales son de medio punto el de Valencia, rebajado el de Aragón y de herradura el de Gaibiel. Cerraban cada uno de los portales, gruesas puertas de madera enfajadas con hierro forjado, cuyas puertas costaron, la mejor de ellas, 50 libras…

El recinto amurallado comprendía: partiendo desde el Portal de Valencia, en el Solar, continúa por la calle Mezquita y Josefa Ventura hasta llegar al Portal de Aragón. Sigue por la calle Concordia y Hernán Cortés hasta el Portal de Gaibiel, a la altura del lavadero Mayor, continuando finalmente por todo el actual muro del convento de Carmelitas, hasta de nuevo llegar al Solar. El perímetro de la muralla, incluido el convento, alcanzaba los 820 metros lineales, dando todo el conjunto una superficie de aproximadamente 30.550 metros cuadrados.

Tras las revueltas carlistas, la ausencia de guerras, el nulo amor por la historia y por el arte, y el transcurso inexorable de los años, poco a poco se destruyeron los torreones, los portales y los lienzos de las murallas. A principios del siglo XX, únicamente quedaban en pie algún garitón cantonero (uno de ellos situado en la calle Mezquita y el otro en lo que después sería la calle Nicasio Benlloch, ambos desaparecidos en los año 40) y dos portales; el de Aragón, destruido en 1920, y el de Valencia, destruido por la artillería en 1938.

Hoy por hoy solo pueden apreciarse varios restos de aspilleras en los muros del convento de Carmelitas, y unos pocos enrejados en ventanas y balcones en diversas viviendas, donde actualmente están integrados los restos de las antiguas murallas.